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viernes, 1 de junio de 2012

LA LENTITUD Y EL ESCORBUTO ECONÓMICO


Cuando se toca fondo y se siente ya dolorosamente el peso del deterioro de la economía corresponde analizar la situación. No consiste en efectuar sesudas reflexiones macroeconómicas que, por cierto, no han servido para nada en la crisis. Tampoco consiste en invocar los pecados capitales de la avaricia y la gula como los motores que nos llevaron al desastre, pues ya no hacen falta más púlpitos .Ni mucho menos se requiere  hacer acopio de chivos expiatorios para , tranquilos y desde la barrera, culpabilizarlos.  Como si alguien moviera los hilos que nos dirigen por un rumbo que desconocemos, asumimos inquietos las turbulencias y los baches a los que no estamos acostumbrados. La incredulidad, el cambio rápido de escenarios y las diversas variedades de sobresalto nos acompañan un día sí y otro también en esta nueva era que estamos viviendo. A lo largo de la crisis hemos comprobado como las estructuras políticas que tanto éxito ofrecieron se tornan ahora  insuficientes y torpes. Las instituciones europeas viven adormecidas en Bruselas levantando los hombros y mirando al cielo cuando los socios del sur llaman a su puerta. Nunca los pasillos de las oficinas comunitarias fueron tan anchos. Nunca nos sentimos tan solos y tan vulnerables.

Sin embargo, hemos de asumir que detrás de cada desastre hay una decisión. Y es en este momento cuando podemos llegar a una fatídica conclusión. Esta nos muestra que las decisiones se han caracterizado por su lentitud y torpeza. Como si para marcar mejor los movimientos del accidente las instituciones comunitarias se desenvolvieran en una moviola macabra que aumentara inútilmente el sufrimiento. La coreografía de la crisis , pues, nos ofrece pasos lentos , torpes, sin dirección fija. Como  certera pero hipócritamente decía Alan Greenspan, vivimos una era de turbulencias. Desde luego; pero añadiría de turbulencias a cámara lenta con daños inmediatos. Una exasperante lentitud que muestra la incapacidad de dar respuestas a situaciones y  escenarios que no aparecen en el "toolkit". Esa incapacidad de adaptación de las instituciones políticas, tanto nacionales como comunitarias, está aumentando el dolor ofreciendo continuas propinas de incertidumbre. Habría entonces que plantearse si las instituciones tal como están actualmente configuradas, forman parte del problema o son parte de la solución.
Todos sabemos que los cimientos se tambalean, que el Estado no lo resuelve todo, que los partidos políticos deben avanzar hacia un mayor diálogo con la ciudadanía y, sin embargo, siguen persistiendo comportamientos y conductas de antes. Frenar una maquinaria tan  pesada y con tan alta concentración de poder y dinero, no es fácil. Todos andamos perdidos. Sabemos que la población envejece y todavía no hemos reaccionado. Sabemos que el sistema financiero está atascado y seguimos utilizando torpemente las fórmulas de siempre inyectando millones para seguir alimentando "zombies financieros" inútiles si entendemos que la utilidad y esencia  de un banco consiste en activar mercado e industrias ofreciendo financiación.

Cuenta Bill Bryson en su magnífico libro "En casa" como se llegó a resolver la enfermedad del escorbuto que mataba a cientos de miles de marinos. Mutatis mutandis, la situación me recuerda a la actual. Tiene los mismos elementos y circunstancias. Se intentaron todo tipo de fórmulas con desiguales resultados. Incluso un cirujano naval llamado James Lind llevó a cabo un experimento dividiendo grupos a uno de los cuales le ofreció naranjas y limones. Salvo el grupo de los cítricos, ningún otro experimentó mejoría. Aún así, Lind ignoró el resultado considerando tercamente que el escorbuto estaba causado por tóxinas mal digeridas.  Hasta que el capitán Cook marcó el camino de la solución. Como dice Bryson ( pág 229) " para la vuelta al mundo que realizó entre 1768 y 1771 cargó con diversos antiescorbúticos para experimentar con ellos, incluyendo 135 kilos de mermelada de manzana y 45 kilos de chucrut para cada miembro de la tripulación. Ni una sola persona murió de escorbuto durante el viaje, un milagro que lo convirtió en héroe nacional tanto como su descubrimiento de Australia o cualquier otros de sus muchos logros de carácter épico. La Royal Society, la principal institución científica de Gran Bretaña, quedó tan impresionada que lo galardonó con la medalla Copley, su más alta distinción. Pero por desgracia , la Armada británica no actuó a la misma velocidad. A pesar de las muchas evidencias , se anduvo con evasivas durante una generación más antes de empezar finalmente a administrar zumo de limón de modo rutinario a los marineros".*

Este pasaje de la historia nos sirve de particular ejemplo para confirmar que nos encontramos en una situación parecida donde todo el mundo sabe , incluida la Sra. Merkel, que las medidas de consolidación fiscal están sumiendo a España en un "escorbuto económico" que le puede llevar a la muerte. Y sin embargo, persisten en su lamentable error y en su desesperante lentitud aferrándose a modelos y medidas superados. Y esta torpeza de respuesta es común a todos los políticos de cualquier signo , sin distinguir de credos e ideologías. No difiere por latitud y longitud geográfica, aunque nosotros los españoles,  en lentitud, también llevamos nuestra penitencia.

Y no es porque no se haya avisado a Europa más allá del Atlántico. Obama lo dijo claro hace tiempo, en septiembre de 2011: "Están inmersos ( los europeos)  en una crisis financiera que está asustando al mundo e intentando tomar decisiones responsables, pero no están siendo todo lo rápidas que deberían de ser".

Ha llegado el momento de espabilar y de dejar de agarrarse a lo que tenemos con la fuerza con que se aferra un náufrago a la tabla. Y va por todos, absolutamente todos. Si Grecia sigue cociéndose en el abismo, si España e Italia caen  y si Europa se rompe saltando el euro por los aires nunca nos perdonaremos que todo se produjo por ser tercos , torpes y lentos. Como la Royal Navy con el escorbuto.

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Bill Bryson. En Casa. Una breve historia de la vida privada.RBA.2011
* En esto los españoles fuímos más listos que los británicos, pues la primera gran expedición que consiguió no tener bajas por escorbuto fue la española al mando de Alejandro Malaspina.
Dice José Ramón Alonso, Catedrático de biología de la Universidad de Salamanca, en su magnífico blog "UniDiversidad. Observaciones y pensamientos. El Blog personal de José R. Alonso. http://jralonso.es/

"La primera gran expedición que consiguió no tener bajas por esta enfermedad nutricional fue la española comandada por Alexandro Malaspina. El médico de los expedicionarios, Pedro González, estaba convencido que la solución eran las naranjas y los limones y cargó todas las que pudo, reabasteciendo su aprovisionamiento cada vez que tocaban puerto. Tras pasar 56 días a mar abierto, solo tuvo un brote, que afectó a 5 marineros, uno de gravedad, pero que se curaron inmediatamente tras pasar tres días en Guam y conseguir fruta fresca. Los británicos, que lograron suplantar el poderío naval de España y mantenerlo hasta el siglo XX, no consiguieron repetir estos éxitos. Las ideas entre los cirujanos navales ingleses eran muy contradictorias. James Lind, cirujano naval del HMS Salisbury, había montado un experimento sencillo en el barco. Cogió 12 enfermos de escorbuto y a uno le dio rábanos, a otro sidra, a otro champiñones, a otro agua de mar, a otro ajos, a otro limones y a otro naranjas. Los que recibieron cítricos se curaron rápidamente y Lind escribió un “Tratado sobre el escorbuto”en 1753. Sus ideas tardaron en imponerse en parte porque también achacaba la enfermedad a la mala ventilación, el exceso de sal y al “bloqueo del sudor” en los climas fríos. Otros responsables del Almirantazgo pensaban, que lo que hacían falta eran ácidos y, por eso, si no había cítricos, recomendaban tratar a los enfermos con un aceite con ácido sulfúrico. Para otros, la explicación era que el escorbuto se debía a un problema de falta de higiene, disciplina laxa, baja moral e indolencia.  La expedición de Cook tuvo pocos casos y era un ejemplo de tener el barco como una patena pero se prestó menos atención a las grandes cantidades de comida fresca incorporadas en cada puerto de los Mares del Sur. Además Cook embarcó en el Endeavour grandes cantidades de col fermentada, el Sauerkraut de los alemanes, el único encurtido que mantiene un poco de vitamina C. Muchos barcos británicos llevaban en sus bodegas grandes cantidades de zumo de lima, pero aunque sea más ácida contiene mucha menos vitamina C que el limón y, además, el método de preparación del zumo eliminaba la mayor parte de ella, por lo que muchos capitanes no creían que los cítricos fuesen la solución. Las expediciones británicas tuvieron problemas hasta entrado el siglo XX. Las dos expediciones al Polo Sur de Robert F. Scott (1903 y 1911) sufrieron de escorbuto pero éste no lo incluyó en sus diarios, porque se asociaba, por esa relación equivocada con la suciedad y la vagancia, a un mal liderazgo. La expedición de Shackleton, esa gesta, un ejemplo de que se puede alcanzar la gloria en  medio del fracaso, también sufrió de escorbuto."

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