A veces,
como un preciso mecanismo para preservar neuronas, trabajamos las
simplificaciones. Reducimos los grandes espacios a pequeños cubículos que
podamos transportar mentalmente. Por eso huimos de las reflexiones profundas y
nos resistimos a intimar con las complejidades.
Manifestaciones de simplicidades hay varias. Una de ellas son los
tópicos. La otra los estereotipos.
Toda esta inicial reflexión se nos muestra
en ese extraordinario país llamado Australia.
La simplificación o comentario más común de ese país es decir ,con la seguridad
que a veces otorga el desconocimiento, que es un continente. O que es muy
grande. A partir de aquí, silencio en la línea. Ni idea de quién es su primer
ministro, cuál es su capital o australianos ilustres.
Ha habido varios intentos de ordenar ideas,
de hacer accesible ese país-continente que parece escondido sin meter ruido en
la esquina del mundo. Y de esos intentos, he tenido la suerte de leer “En las antípodas”. Un amenísimo libro
de Bill Bryson. He de decir que
Bryson es uno de mis ídolos literarios. No hay escrito suyo que no me haya hecho aprender,
sonreír y empaparme de fina ironía británica, que es poco más que inteligencia
gaditana envuelta en la lengua de Shakespeare. Recomiendo encarecidamente, y
mis amigos lo habrán sufrido con cierta frecuencia, la lectura de su último
libro “En Casa”.
De entre las ciudades de Australia destaca Sydney. Con sus cuatro millones y medio de sydneysiders (así se llaman) nos ofrece un escenario espectacular y luminoso con su mítico Opera House. La construcción de este icónico edificio alberga una historia interesante. Compuesto por más de un millón de azulejos aporta grandes innovaciones a la construcción de grandes espacios a través de sus bóvedas autoportantes, llamadas conchas y que son las que dotan al edificio de su personalidad. Curiosamente, el arquitecto del edificio fue un danés llamado Jorn Utzon. Bastó un simple esbozo a lápiz de la silueta del Opera House para que el Ministerio de Obras Públicas le concediese el contrato.
A partir de ese momento se desplegó el infierno en sus diversas formas. Las dichosas bóvedas autoportantes dispararon el presupuesto del proyecto a un sobrecoste de un 1400%. Llegados a un punto de tensión Utzon le espetó a Hughes, a la sazón ministro de Obras Públicas: “ Si Ud no lo hace, yo dimitó” ( se refería a aceptar un nuevo sobrecoste). El ministro, henchido de flema británica respondió:“ Yo aceptó su dimisión. Muchas gracias y adiós”. El Opera House tardó catorce años en construirse (1959-1973) y su creador no asistió a la inauguración. Jorn Utzon salió escarmentado y nunca más proyectó grandes obras. Viviendas , pequeños edificios y urbanizaciones fueron el espacio creativo de uno de los más grandes arquitectos del siglo XX. El reconocimiento de su excepcional obra se produjo en 2003 cuando la Universidad de Sydney le otorgó el doctorado honoris causa. El 28 de junio de 2007 la UNESCO declaró al Opera House como Patrimonio de la Humanidad. Utzon falleció en 2008 con el reconocimiento a su genio. Hoy no se entienden las obras del afamado Frank Gehry ,como el Guggenheim de Bilbao, sin los antecedentes expresionistas plasmados en el Opera House por Utzon.
Historia
de un país maravilloso con una creatividad musical imparable que mostraré en el
próximo post.
En las Antípodas Bill Bryson. RBA libros. 2006
Historia de reconocimiento tardío tenemos muchas. La vida es una lucha de obstáculos donde los cambios e innovaciones no son fáciles y no siempre bien vistos. Pero la experiencia y trayectoria vital de grandes creadores nos muestra que lo bien hecho, lo bello y lo sublime siempre se termina valorando
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