Permitan
que me presente. Soy el gato de la esquina. Ese elemento negro que mira sin
cesar a uno y otro lado del blog y con quien pueden jugar si les aburren los
contenidos. Llevo dos años esperando con paciencia mi momento. Y mi momento ha
llegado. El propietario del blog anda muy ocupado y ya no se dedica al asunto
con la intensidad de antes. Las cosas tienen un recorrido de entrega e ilusión.
Contemplé con flema británica los más de cien post de Jesús. Había de todo.
Como les dije ha llegado el momento de tomarle el relevo.
Permitan
que les recuerde que sobre los gatos sigue acrecentándose el misterio. Que si
tenemos siete vidas, que si percibimos lo que los humanos ignoran. Les diré que
sabemos leer y somos asiduos de la literatura y de la música. Pero también les
diré que nuestro conocimiento nos hace libres y críticos. Del mismo modo que no
servimos a ningún señor no servimos a ninguna ideología. Cada gato tiene la
suya.
Así que
entiendan este post como una nueva era en el blog Puentes. Su creador anda
despistado en otras cosas y las musas le han abandonado.
Me
llamo Michi. Un nombre absolutamente banal en un gato, algo así como Juan o Antonio
en un hombre. No sé quién es mi madre. Lo de mi padre ni me lo planteo. Ya
saben ustedes que a los gatos nos lanzan a la vida con temprana determinación.
Nací en Córdoba en las proximidades del Hospital de la Cruz Roja en una camada
de nueve hermanos que se dedicaron a los más variados oficios y tareas. No
guardo relación con ninguno de ellos. Mis primeros días se desarrollaron en un
fotomatón. Sobreviví mi primer invierno gracias al calor de la maquinaria de
fotos. Y supe introducirme por los huecos del artefacto hasta el punto que mi
curiosidad fue engordándose con conocimientos de electrónica. Hoy puedo habitar
en forma de avatar en cualquier ordenador. Digamos que preparé mi inmortalidad
a conciencia.
Mis
conocimientos fueron creciendo y solo faltó que mi benefactor Jesús picara el
anzuelo y me acogiera. Por las noches yo manejaba su ordenador y navegaba por
las más variadas páginas web y computación. Llegué a contactar con otros gatos
tan frikis como yo. Eran unos genios. Del MIT. Ni más ni menos. Una pandilla de
golfos y golfas que alternaban con los científicos más creativos del planeta.
Desarrollaban un proyecto para el que requerían colaboración. Siendo una
certeza absoluta que los gatos tenemos siete vidas, somos tan irresponsables de
apurarlas al máximo. Es lo que pasa cuando se saben los límites, que nos
aproximamos a ellos. Los estudios evidenciaban que el porcentaje de gatos que
se situaban en los contornos de la séptima vida eran altos. Así que esta
pandilla gatuna del MIT se planteó desarrollar la octava vida de los gatos.
Aunque una vida particular, una vida en donde no hay galletas ni raspas de pescado,
sino cookies y banners. Se trataba de pasar al otro lado y trastear por la red.
Desde mi experiencia con los ovillos nada mejor que revolverse en la inmensidad
de las páginas web, blogs y servidores.
Sí.
Dirán que estoy loco, que no se creen mi historia. No se la crean, los gatos no
necesitamos la complicidad y la comprensión de nadie. Nos basta con nuestra
autosuficiencia y esa mirada lejana y fría como si les perdonásemos la vida.
Hicimos
pruebas. Bastaba conectar con una web que me dijeron los del MIT. Era una web
donde aparecía un acuario. Al tocar la pantalla con mi hocico , esta parecía
deshacerse. Me llegaba un mareo extraño y me veía dentro pixelado con un color
negro. No me podía tocar y era incómodo, pero seguía siendo yo. Un día decidir
dar el paso definitivo y ahí me tienen. Trasteo en la red. Ya no necesito comer
ni maullar por las esquinas. Solo me muevo por la red persiguiendo un ovillo de
páginas e información.
Aquí me
tienen. A partir de ahora se entenderán conmigo y yo con Ustedes. Ya sabrán de mí en los próximos post.
Ya sabía yo que cualquier día darías un golpe de estado en el blog aprovechando mi debilidad. Suerte, minino
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