Decir que en Suecia hace un frío que pela no es decir nada nuevo. Pero, dado el
calorcillo que empieza a instalarse por estos lares, es lo primero que me ha
venido a la mente. Allí estarán ahora frotándose las manos mientras cubren sus cabezas con un gorro de lana.
Suecia está
llena de contrastes. Pese a ser uno de los países con mayor nivel de transparencia, sin apenas casos
de corrupción, presenta un elevado volumen de delincuencia. Sí, en el centro del modelo de bienestar y de la
tolerancia, te pueden pegar un tiro mientras te tomas un café en algún
restaurante. Los asaltos, crímenes sexuales,
racistas y fraudes están muy por encima de
la media comunitaria.
La explicación
a tamaña paradoja parece estar en el tratamiento estadístico de los
delitos y la confianza- bien ganada- que la policía genera en la ciudadanía.
Se denuncia todo, absolutamente todo y se computa todo, absolutamente todo. Aunque ello haya que compensarlo con la circunstancia
de ser uno de los países del mundo con
menos población reclusa. Aún
despejando esta incógnita lo cierto es
que el nivel de delincuencia es llamativo.
Entre el frío
y la decoración minimalista se han producido tensiones notables en
su política de inmigración
que parecen exigir correcciones. Suecia nos muestra que hasta en los cielos hay
trozos de infierno y que todo no es ni negro ni blanco sino que se desenvuelve
en el gris plomizo que adorna sus días. Algunos de estos aspectos aparecen en las
novelas del malogrado Larsson o el genial Mankell.
Yendo al terreno musical, las bandas folk con temas
en indescifrable sueco copaban su universo musical hasta que aparecieron dos
chicos normales tirando a escuchimizados casados con dos maravillosas féminas que cantaban como los ángeles. Eran los ABBA con sus atuendos entre payasescos y
picantes. Ellos con esos monos en la órbita de Miliki y Fofito y ellas, tan sofisticadas, con esos trajes
estampados y ceñidos que nos hacían pegarnos a aquel televisor en color recién estrenado. Letras fáciles, hasta simplonas- se les acusó por eso- y uso de las tecnologías punta en sintetizadores y técnicas de grabación los auparon al
olimpo de los grupos que más han vendido en la
historia. Por encima de los Beatles ( Dios Lennon me perdone por decirlo).
Ellos crearon el europop, ese easy listening que te hace la existencia auditiva tan agradable como la visión del último mueble de Ikea. Los ABBA facturaron en sus buenos
tiempos más que la compañía de automóviles Volvo- hoy en
manos chinas- y hoy, gracias a su impulso, Suecia es la tercera potencia
exportadora musical del mundo, tras los norteamericanos y los británicos. No hay éxito mundial que no tenga detrás
un autor sueco en la producción, composición o en la instrumentación.
Se separaron, se divorciaron y abandonaron los
trastos musicales después de cosechar un éxito tras otro. Salieron a mal entre ellos y con su
manager. Pero, entre tantas discordancias y desavenencias asentaron una forma
de hacer música que raya en la perfección. Hoy, los grupos suecos muestran un elevado nivel
de efectividad y desempeño. Desde los
herederos de ABBA como Roxette, Ace of Base, hasta la oleada de indiepop y los
más afamados DJ.
Próximamente haremos
un elemental repaso al panorama y nos quedaremos cortos, muy cortos.
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