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domingo, 21 de septiembre de 2014

NUESTRAS PARTICULARES BANDAS SONORAS.


Cuando añado años a mi vida empiezo a tener claras ciertas cosas. Una de ellas es que seguimos siendo niños, adolescentes y adultos al mismo tiempo, solo que inflados por la edad. Por ello, sigo teniendo simpatía por aquel niño que, sentado en la última fila, apenas veía lo que el profesor escribía en la pizarra. Me enternece recordar la travesía del desierto emocional que, como todo adolescente, tuve que atravesar y , desde luego, me produce respeto y curiosidad lo que me queda por experimentar y conocer. No son sentimientos excepcionales. Todos los compartimos.

Estos períodos vitales han sido siempre amenizados por una banda sonora que solía provenir de las radios comerciales, de los vinilos que adquiríamos con no pocas dificultades o de aquellas cintas magnetofónicas que nos pasaban los amigos con los que compartíamos afición musical. Todavía recuerdo como recomponía las cintas rotas con laca de uñas de mi madre.

La música nos ha permitido “estetizar” de manera eficaz nuestras vidas ordinarias . Estas adquirían instantes épicos con tan solo escuchar ciertas canciones. No estoy de acuerdo con Theodor Adorno , convenientemente vapuleado por David Byrne en su ensayo “Como funciona la música”, en sostener que la música es como una droga que aplaca y entumece a las masas haciéndolas fácilmente manipulables. Son, desde luego, analgésicos vitales que nos ayudan a superar los trazos ordinarios de nuestras vidas y que congelan ”momentos estelares” de nuestras vidas individuales. Pero quizás sea excesivo  llevarlos a la categoría de drogas obnubilantes del entendimiento.

Como señala Byrne la música es ininteligible. Existe en el momento en que es aprehendida pero, aún así , puede alterar profundamente nuestra manera de ver el mundo y nuestro lugar en él. Somos nuestra banda sonora acumulada por los años. Todos tenemos un ADN musical que marca nuestro paso por este incomprensible mundo. Y hoy me apetece recordar aquellos temas que me acompañaron en la adolescencia que viví en los años 80 y 90. Magnífico período musical donde irrumpieron las técnicas de grabación y los sintetizadores. Entonces, nos bastaba un aparato con dos altavoces estéreo, por supuesto, para deleitar nuestros oídos y viajar con la imaginación a los mundos que, entonces, soñábamos.  Hoy , el mundo que vivimos difiere considerablemente del que evocábamos. Pero, seguimos soñando, quizás de otra manera.

En el próximo post os haré un ranking de la música de los 80-90 que formó mi personal banda sonora.


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